Crónicas del barrio, la ciudad y el mundo

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Casuales casualidades, me llevaron a nacer... en Montevideo

miércoles, 31 de julio de 2019

A propósito de Sursueña. Darnauchans en clave flamenca. Por Victor Cunha

Tomado del facebook de Victor Cunha, poeta y compositor, amigo de Darnauchans y coautor de varias de sus canciones.

Tuvimos la suerte de estar en el alfa y en el omega. En el pre-estreno (ensayo general con público) y en la función de fin de temporada (de esta serie por lo menos).


Prolijidad y rodamiento profundizaron conceptos escénicos y favorecieron la continuidad de una obra que en su estructura de yuxtaposición de cualquier manera se arma y se desarma a paciencia del gusto del espectador puntual de cada noche.

Gané. Cosas que no ví la primera vez, aparecen ahora nítidas. Y cosas que vi la primera vez, también. Aunque es de fuerza decir que el sujeto espectador no es el mismo (aquello del río en el que nunca nos bañamos dos veces, pero al revés) no solo por el tiempo que le transcurre entre un espectáculo y el otro, sino porque la segunda vez es la segunda vez, uno ya no es aquel virgen espectador. Improbable de cualquier manera.

Las segundas veces dicen que no son buenas pero es mentira. A las pruebas me remito. O mejor dicho me remitiría porque la temporada acabó y el que no fue se la perdió. Habrá que esperar y ver si hay secuela.




Mientras tanto uno puede anotar gráficamente algunas cosas. Por ejemplo la estructura del techo del Teatro Victoria. Tiene algo de perversa biblioteca borgiana, sin perder la impronta del seductor vértigo de esas costillas aballenadas, añosas, maltratadas y a la vez desnudadas bellamente por el tiempo.


La obra durante un buen rato se pregunta si acaso el flamenco y Darnauchans tienen algo que ver. Es una pregunta retórica ya que la obra misma es la respuesta, pero eso no la hace menos auténtica a la pregunta porque la respuesta que se está procurando es la que el espectador pueda darse a si mismo. Como debe ser. 

Después de transitar esa zona de interrogaciones y develaciones, la obra se encamina por un playo, donde la hipótesis de trabajo ha quedado demostrada y se transita por ella y sus consecuencias sin prisa ni pudor. Las versiones darnollanescas aflamencadas logran puntos altos y lo mismo sucede con las versiones originales usadas como alma y motivación del baile. Y uno, espectador por segunda vez, se sorprende como si fuera la primera vez, al ver la exactitud con que los gestos de uno y otro lenguaje, se superponen sin ponerse sombra encima.

No sé si será posible convocar a la imaginación para suponer qué hubiera dicho Darnauchans de todo esto. Pero se podría arriesgar una cierta turbación ante una propuesta que tiene un alto porcentaje de homenaje y otro tanto de puesta en valor, desde un ángulo insólito. Es claro que en esa turbación estaría incluida ciertamente una buena cuota de orgullo y personal satisfacción. 



También es cierto que el flamenco acude a Darnauchans  y lo saluda. No solo en lo conjetural del gesto sino que físicamente tiende las manos de las bailarinas que penetran la pantalla y lo rescatan por un instante de ese “espejo a través”, donde está últimamente. 

Es imposible dejar de constatar que una especie de complot natural, sin conspiración alguna, o sea un complot sin complot y sin conspiradores, ha venido haciendo lo mismo en todos estos años, pero que en estos meses próximos pasados y pasando, “el tendido de manos a la pantalla” se ha agudizado. Enumero para comenzar que durante todo el mes de marzo en la obra “El tipo que vino a la función“ en el Teatro El Galpón, hubo una especial mención a Eduardo. Luego tenemos a “Sursueña” que se extendió todo abril y pisó mayo. En el medio, un cantautor joven de nombre Martín Laco, centra su concierto presentación de disco en el Sodre, como un homenaje a Darnauchans. En los post previos al concierto anuncia que “invocaremos al prócer Eduardo Darnauchans” y lo hace de la mejor manera: lo finaliza con una ajustadísima versión de “Balada para una mujer flaca”. 

Uno une estos cabos y tiene que concluir en que no es poco. También es justo.

Como posdata debo decir que esta última foto que podría llamarse “Variaciones sobre un fin de función” está tomada hace un rato en el Teatro Victoria en el momento en que terminaba la función de “Sursueña” y el público ya se marchaba. Eduardo se demoró un instante más en la pantalla, con los ojos fijos en la cámara para darme tiempo a hacer la toma.

Gracias Gabriela, a ti y a todo el equipo. 

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