Helios de Colonia Valdense me recordó una vieja anécdota que tenía olvidada, cuando en los noventa remontabamos a remo el río Rosario y pasó el yate presidencial.
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Era el 20 de abril de 1991, como parte de los festejos por los 700 años de Suiza, los 130 años de Colonia Suiza y los 50 años del Club Náutico Concordia, participamos con Eduardo y Juan Carlos de una regata de la Boca del Rosario al club Náutico, cerca de la ciudad de La Paz (Colonia Piamontesa), primer asiento de los valdenses en Colonia.
Salimos primeros a las 8 de una fría mañana. La bruma de la helada se levantaba del espejo de aguas como si estuviera hirviendo. Una damajuana de 5 litros y la energía de los veinteañeros era todo el combustible que llevabamos para recorrer los 18 kilómetros de travesía.
El tenue sol empezó a acariciar la piel. lentamente fuimos entrando en calor por fuera y el vino ayudaba por dentro. Después de una hora de remar ya estábamos muertos de calor, así que uno se animó a pegarse una zambullida. ¡Guaaaa! está helada!
En eso se asoma por un recodo del río un yate más ostentoso que todos los que habían pasado. Venía con una bandera uruguaya enorme. Grande fue nuestra sorpresa cuando vemos acodado en la baranda al mismisimo presidente Lacalle, tomándose un "tecito con hielo", como entrando en calor.
El Cuqui pasó, vió al valiente bañista de agua helada y le grito:
- Tené cuidado con las pirañas.
A lo que el bañista le devuelve:
- No hay cuidado, esas van arriba de los barcos.
Pasaron los kilometros y las horas, pasaron los buches del tinto casero de la bodega Gilles. Por fin, cinco horas después de la salida, vemos el humo que salía del monte criollo y sentimos el olorcito del asado con el cuero chamuscado.
Una tía vieja de mis amigos -la "Gaucha"-, nos recibe gritando una típica frase de bienvenida en dialecto valdense: "la polenta está servida". Una oración con varios contenidos simples y profundos, la hospitalidad, la alegría de tener un plato de comida y de poder compartirlo con la familia y los amigos. La Gaucha era una de las últimas que sabía hablar el Patúa, viejo dialecto que trajeron los inmigrantes de Francia y el Piamonte italiano. Todavía resuenan en mis oídos esas exóticas palabras de bienvenida en una lengua que está en extinción, o quizás extinta.
El asado con cuero, la humilde polenta del inmigrante, el whisky del presidente y el río Rosario nos llevan a la canción "el Pichonero", de José Carbajal. Esta canción me la hizo escuchar atentamente un viejo amigo del basquetbol oriundo de Rosario que juega en Plaza; de chico el compartía la olla con un montón de hermanos y le agregaba proteínas con lo que cazaba: "polenta con pajaritos".
Si quiere la canción en yotube oprima aquí: "El pichonero"
Desde el Rosario Oriental
baja con el mismo nombre arroyito de agua dulce vestido de camalotes lágrimas de un niño pobre al río grande como mar mezclándola con la sangre que le ragala el ceibal Del tembleque a la mulada todo el dia debe andar el silencio es su vaquiano y la piedra su puñal lo miran las pasionarias flores del burucuya y en sus frutitos naranjas sus penas puede endulzar Cazando, cazando el pichonero va piecitos descalzos por el espinal su bolsa vacía quisiera llenar aún queda un buen trecho para caminar ...
Llanto palomero se puede escuchar cien nidos sin hijos y un nido con pan el que nace pobre aprende a matar cuando muera el hambre pichoneros ya no habrá El Pichonerode José Carbajal el Sabalero
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