La Barra de Santa Lucía es el único pueblo que hay dentro del departamento de Montevideo. Allí voy desde los 10 años y nunca me falla, siempre me conmueve, me cambia. Cada puesta de sol atrás del puente viejo esconde una aventura.
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Todas las noches solía improvisar cuentos para dormir a mis hijos chicos. El héroe siempre era un aventurero que viajaba por todo el mundo en su bicicleta. Don Orrico recorria los 5 continentes con una bici de oro que en caso de necesidad volaba y hasta buceaba por el fondo de los ríos y los mares.
Los cuentos eran a la carta, dos ojitos brillosos tapados hasta la nariz pedían: "papá hoy quiero Don Orrico y el gigante de las dunas de Valizas", "Don Orrico en las pirámides de Egipto", "Don Orrico en el Tony Park de la Barra de Santa Lucía". Varias vueltas al planeta dimos juntos, sin tiempo, libres por un mundo ancho y propio.
Cuando veo que los dos más grandes están enormes no lo puedo creer. Para las aventuras me queda el Manu, con 9 años se entrega gustoso a los cuentos conciliadores del sueño y a las aventuras de fin de semana. Hace unos días volvimos a recorrer los caminos de Don Orrico: La Barra de Santa Lucía y el humedal.
El puente de hierro de 1925 siempre fue la arcada que marcaba la salida y el retorno a la casa de Don Orrico. Agarraba la bici de carrera, buscaba en el mapa algun lugar que nunca había pisado y a pedalear.
A la vuelta de los caminos del oeste, llegar a disfrutar del atardecer atrás del puente de hierro era de los momentos más esperados. Cansado luego de hacer decenas de kilometros, con ganas de llegar, siempre se tomaba un ratito para bajar a los muelles, descansar un poco, bajar lo que quedaba de la caramañola, comer una poderosa torta frita y cargarse las pilas con los últimos rayos de sol para continuar hasta su destino.
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La rambla de la barra es espectacular, remodelada hace unos años cuenta con un parque hermoso, veredas con baldosones de granito, sauces llorones en la orilla, bancos y marinas con barquitos bamboleantes que se ven al contraluz de la puesta de sol espectacular.
Cuando pasamos con las bicis por el club Alemán de remo recordé a mi amigo Dieter Schmidt, vecino del barrio e hijo de alemanes, con el que fui por primera vez a la Barra. La crisis económica "de la tablita" en el año ´82 distanció nuestras vidas. Sus padres nuevamente sufrieron el desarraigo, tuvieron que emigrar a Berlín, su tierra natal, doloridos de volver a lamer sus heridas de la guerra.
Seguimos con Manu por la senda que penetra en el bañado, rumbo a la pista de regatas. Un puente de madera eterno nos sumerge en el silencio de los juncos, los pájaros y los sumbidos de las tanzas y las plomadas volando terminan en un "ploc" que quiebra el espejo de aguas. Las parejitas se susurran al oído, los sonidos se van apagando.
Cuando pasamos con las bicis por el club Alemán de remo recordé a mi amigo Dieter Schmidt, vecino del barrio e hijo de alemanes, con el que fui por primera vez a la Barra. La crisis económica "de la tablita" en el año ´82 distanció nuestras vidas. Sus padres nuevamente sufrieron el desarraigo, tuvieron que emigrar a Berlín, su tierra natal, doloridos de volver a lamer sus heridas de la guerra.
Seguimos con Manu por la senda que penetra en el bañado, rumbo a la pista de regatas. Un puente de madera eterno nos sumerge en el silencio de los juncos, los pájaros y los sumbidos de las tanzas y las plomadas volando terminan en un "ploc" que quiebra el espejo de aguas. Las parejitas se susurran al oído, los sonidos se van apagando.
La vuelta va llegando a su fin, rayos del sol bien amarillos bordonean una milonga, de abajo del puente aparece un flaco vestido de traje negro con una voz grave, como de otro y nos canta una milonga.
Puente de hierro sobre el pajonal,
crecientes, como en el mar,
la luna lo abandonaba
y se anegaba en el barrial.
remos de palo y chalana,
las bajantes lo encontraban
pensando y dele fumar.
....
Decís que yo la quería,
mire que charlás de más,
habla del Santa Lucía
veintiún años más atrás.
Pensá que en aquellos días
que vos querés recordar
ya estaba el Santa Lucía
con su puente y su canal.
....
Decís que yo la quería,
mire que charlás de más,
habla del Santa Lucía
veintiún años más atrás.
Pensá que en aquellos días
que vos querés recordar
ya estaba el Santa Lucía
con su puente y su canal.
El Loco Antonio, en la voz del Flaco Zitarrosa:
Fenomenal recuerdo sobrevolado con el Gran Alfredo.
Crecí en Gral.Luna cuidando cruzar el adoquinado evitando al 61-tranvía-.
Pero admirando la E gran doble trole-tranvía con su sirena especial cuando iba al Santa Lucía y muchas veces conmigo adentro.
Raul Ebers Mera
Le gano al flaco. Hace mas de cuarenta años que voy a la Barra. Ibamos,mi prima y yo, con mi abuela, en el tranvía E de grata memoria. Teníamos un tío medio lejano que tenía una quinta en San José, al otro lado, que daba al Santa Lucía. Qué viajes!! Expediciones, con un canasto lleno de pasteles con dulce de leche y crema, hojaldrados y alguna otra cosa más para compartir una merienda pantagruelica cerca del agua. Nos encantaba ir, nos había hecho una hamaca con una cubierta de ómnibus de Amdet y pasabamos la tarde jugando al lado del agua. Cazando aguaciles azules, embarrandonos, que el Santa Lucía desde siempre fue barroso. Estos recuerdos estaban perdidos en mi memoria (el disco duro debe tener varios teras ya) hasta que los desperto Viglietti con su Santa Lucía de agua dulce de ir cantando hace ya más de cuarenta años y los ha mantenido frescos el flaco con el loco Antonio. Mire que hicimos picnics en el parque que había en Santiago Vazquez, que destrozaron cuando hicieron la carretera. Me acuerdo hasta de los patinazos que daban los coches y los omnibus cuando pasaban por la aceitera por Luis Batlle Berres que era la ruta, pero el mejor viaje era en la E de traqueteante memoria.Aura del Pedregal
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Comentarios:
Fenomenal recuerdo sobrevolado con el Gran Alfredo.
Crecí en Gral.Luna cuidando cruzar el adoquinado evitando al 61-tranvía-.
Pero admirando la E gran doble trole-tranvía con su sirena especial cuando iba al Santa Lucía y muchas veces conmigo adentro.
Raul Ebers Mera
Me gustó el relato cálido de un lugar de mi niñez donde íbamos en
familia a pescar con el medio mundo. Y muy buenas imágenes !!! Vi a
Orrico andando po ahí !
Ana
Le gano al flaco. Hace mas de cuarenta años que voy a la Barra. Ibamos,mi prima y yo, con mi abuela, en el tranvía E de grata memoria. Teníamos un tío medio lejano que tenía una quinta en San José, al otro lado, que daba al Santa Lucía. Qué viajes!! Expediciones, con un canasto lleno de pasteles con dulce de leche y crema, hojaldrados y alguna otra cosa más para compartir una merienda pantagruelica cerca del agua. Nos encantaba ir, nos había hecho una hamaca con una cubierta de ómnibus de Amdet y pasabamos la tarde jugando al lado del agua. Cazando aguaciles azules, embarrandonos, que el Santa Lucía desde siempre fue barroso. Estos recuerdos estaban perdidos en mi memoria (el disco duro debe tener varios teras ya) hasta que los desperto Viglietti con su Santa Lucía de agua dulce de ir cantando hace ya más de cuarenta años y los ha mantenido frescos el flaco con el loco Antonio. Mire que hicimos picnics en el parque que había en Santiago Vazquez, que destrozaron cuando hicieron la carretera. Me acuerdo hasta de los patinazos que daban los coches y los omnibus cuando pasaban por la aceitera por Luis Batlle Berres que era la ruta, pero el mejor viaje era en la E de traqueteante memoria.Aura del Pedregal
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