Crónicas del barrio, la ciudad y el mundo

Crónicas del barrio, la ciudad y el mundo
Casuales casualidades, me llevaron a nacer... en Montevideo

viernes, 26 de septiembre de 2014

La música del viernes II

La crónica de hoy viene con ideas robadas. Un poco robadas y un poco transformadas para que nadie se de cuenta. A todo música para recibir el viernes.

En el trabajo, además de la Frase del Viernes surgió el Arte de los Jueves y la Música del Miércoles, donde compañeros que estudian historia del arte o los que saben mucho de música, comparten sus conocimientos, alegrando las mañanas con cosas diferentes. En los comentarios del lunes y martes no faltan las recomendaciones literarias, de películas y también las culinarias.

De la música del miércoles me gustaría compartir un video que es una maravilla y que quizás muchos ya conozcan. Como siempre hay alguien nuevo que no conoce los viejos cuentos, acá van dos temas cantados por mucha gente linda, surgidos del proyecto Playing For Change, conectando a todo el planeta a través de la música.

Para los que ya la conozcan viene bien escucharla de nuevo para festejar un nuevo viernes de mañana.


La tierra del olvido de Carlos Vives



Stand by me, que empieza en la tierra de mi prima Cecilia en Santa Mónica California.



viernes, 19 de septiembre de 2014

El parque de los Aliados de los recuerdos.


El parque de los Aliados me acompaña desde el útero materno. Hace poco mi madre me contó que estaba caminando con mi abuela por el parque, cerca de Bvar. Artigas cuando empezó con los dolores de parto y arrancó para el hospital.

Año 1971 con 5 años en mi primer foto color
sacada con una popular máquina de la RDA
De chico me llevaba a jugar al ombú que hay al costado del monumento al Dr. Morquio, primer pediatra del Uruguay. Me tiraba por la falda del frondoso árbol como si fuera un tobogan. Cuando tenía 5 años me llevaba a los juegos que hay al costado de la pista de atletismo, donde se alquilaban caballitos Ponys y autitos a pedal como se ilustra en la foto que acompaña.

El trencito ha cambiado un poco, solo quedan los vagones y ya no tira más la locomotora que tenía un motor VW 1300 del año 62. Ahora hace la fuerza un moderno tractorcito de jardinero.

De mi infancia todavía quedan los autitos que giran en un circulo ondulado similar al Gusano Loco. Esos autos modelo años cincuenta supieron estar en la esquina del Zoo, donde ahora está el estacionamiento sobre Rosell y Rius.

Con 12 años iba todas las noches a entrenar a la pista de atletismo con el Sporting Club Uruguay. Correr alrededor de la pista, por el sendero maravilloso bajo los árboles exóticos que la enriquecen. Saltar alto y quedar panza arriba en el gran colchón mirando las estrellas panza arriba. Salía a las 10 de la noche y no pasaba nada, me iba con la Graziella rodado 16 por el medio del parque y Ramón Anador hasta Larrañaga y Rivera.

De joven, en los años 90 no estaba Azabache pero disfrutamos del Circo que se organizaba en  diciembre bajo el rodal de espigadas palmeras Pindó, junto al Instituto de Educación Física. Todas las noches se presentaban una cantidad increíble de números teatrales, mimos y músicos. Recién se empezaba con los malabares y clowns. Creo que ahi vi por última vez a Eduardo Mateo, cantando unas cosas delirantes que no se entendían mucho pero que todos festejábamos con locura.

Cientos fueron las noches que dimos la vuelta a Ricaldoni entrenando con el club, bordeando el silencioso "coloso de cemento".

La carreta sigue en su lugar, creo que los niños ya no se pueden subir encima de los bueyes. Los autitos a pedal todavía se alquilan y mi hijo más chico los supo disfrutar hasta hace poco tiempo por la módica suma de 20 pé.

De postre recomiendo el Pop dulce del kiosco, que además vende los mejores churros de Montevideo. Hay algo que llama exquicitamente la atención, algo que debería ser normal pero que escasea en estos tiempos, el relleno de dulce de leche lo ponen de punta a punta del churro, sin garroneos mezquinos.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El ex-presidente y las pirañas


Helios de Colonia Valdense me recordó una vieja anécdota que tenía olvidada, cuando en los noventa remontabamos a remo el río Rosario y pasó el yate presidencial.
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Era el 20 de abril de 1991, como parte de los festejos por los 700 años de Suiza, los 130 años de Colonia Suiza y los 50 años del Club Náutico Concordia, participamos con Eduardo y Juan Carlos de una regata de la Boca del Rosario al club Náutico, cerca de la ciudad de La Paz (Colonia Piamontesa), primer asiento de los valdenses en Colonia.

Salimos primeros a las 8 de una fría mañana. La bruma de la helada se levantaba del espejo de aguas como si estuviera hirviendo.  Una damajuana de 5 litros y la energía de los veinteañeros era todo el combustible que llevabamos para recorrer los 18 kilómetros de travesía.

El tenue sol empezó a acariciar la piel. lentamente fuimos entrando en calor por fuera y el vino ayudaba por dentro. Después de una hora de remar ya estábamos muertos de calor, así que uno se animó a pegarse una zambullida. ¡Guaaaa! está helada!

En eso se asoma por un recodo del río un yate más ostentoso que todos los que habían pasado. Venía con una bandera uruguaya enorme. Grande fue nuestra sorpresa cuando vemos acodado en la baranda al mismisimo presidente Lacalle, tomándose un "tecito con hielo", como entrando en calor.

El Cuqui pasó, vió al valiente bañista de agua helada y le grito:

- Tené cuidado con las pirañas.

A lo que el bañista le devuelve:

- No hay cuidado, esas van arriba de los barcos.

Pasaron los kilometros y las horas, pasaron los buches del tinto casero de la bodega Gilles. Por fin, cinco horas después de la salida, vemos el humo que salía del monte criollo y sentimos el olorcito del asado con el cuero chamuscado.

Una tía vieja de mis amigos -la "Gaucha"-,  nos recibe gritando una típica frase de bienvenida en dialecto valdense: "la polenta está servida". Una oración con varios contenidos simples y profundos, la hospitalidad, la alegría de tener un plato de comida y de poder compartirlo con la familia y los amigos. La Gaucha era una de las últimas que sabía hablar el Patúa, viejo dialecto que trajeron los inmigrantes de Francia y el Piamonte italiano. Todavía resuenan en mis oídos esas exóticas palabras de bienvenida en una lengua que está en extinción, o quizás extinta.

El asado con cuero, la humilde polenta del inmigrante, el whisky del presidente y el río Rosario nos llevan a la canción "el Pichonero", de José Carbajal. Esta canción me la hizo escuchar atentamente un viejo amigo del basquetbol oriundo de Rosario que juega en Plaza; de chico el compartía la olla con un montón de hermanos y le agregaba proteínas con lo que cazaba: "polenta con pajaritos".  

Si quiere la canción en yotube oprima aquí: "El pichonero"

Desde el Rosario Oriental
baja con el mismo nombre
arroyito de agua dulce
vestido de camalotes
lágrimas de un niño pobre
al río grande como mar
mezclándola con la sangre
que le ragala el ceibal

Del tembleque a la mulada
todo el dia debe andar
el silencio es su vaquiano
y la piedra su puñal
lo miran las pasionarias
flores del burucuya
y en sus frutitos naranjas
sus penas puede endulzar

Cazando, cazando el pichonero va
piecitos descalzos por el espinal
su bolsa vacía quisiera llenar
aún queda un buen trecho para caminar

...
 
Llanto palomero se puede escuchar
cien nidos sin hijos y un nido con pan
el que nace pobre aprende a matar
cuando muera el hambre pichoneros ya no habrá

El Pichonero
de José Carbajal el Sabalero



jueves, 4 de septiembre de 2014

El pedaleador

Pequeña crónica ilustrada de un pasaje por las emprendedoras, solidarias y prolijas Colonia Suiza y Colonia Valdense, con la joyita de un veterano pedaleador de la vida.

Festejando los 80 años del club Plaza de Nueva Helvecia, marchamos los veteranos a jugar un torneo internacional de basquetbol. Disfrutamos del nuevo piso flotante de los de los "queseros" y de la prolijidad de su club, de su ciudad y su comunidad.

Monumento a los fundadores en Nueva Helvecia
Nos quedamos a dormir en unas cabañas preciosas del vecino club Esparta de Colonia Valdense. Como dice la canción del Jaime, Nueva Helvecia y Valdense, rivales y hermanos.

A la tardecita salimos a dar una vuelta y nos internamos en el ciurcuito histórico-cultural que han montado los valdenses, donde muestran orgullosos su cultura y el legado de sus ancestros.

Visitamos el museo, el templo con su hermoso órgano y sus largos bancos de madera, personalizados con almohadones de crochet multicolor que reservan el lugar dominical de cada uno de los fieles.

Frente al templo descubrimos un nuevo galpón, nos arrimamos y vimos un montón de máquinas antiguas en lo que parecía un museo de la tecnología. Preguntamos a un buen señor que estaba en la puerta si se podía visitar, a lo que nos responde "Todavía no está abierto al público, lo estamos armando", e inmediatamente agregó con una sonrisa "Igual pueden pasar".

Fue el deleite internarnos libres entre los tractores de inicios del 900, un locomovil (máquina de vapor rodante) que hacía mover una vieja cosechadora que estaba detrás, cachilas, arados de mano, rastras, fumigadoras y todo tipo de herramientas de mano, además de los viejos instrumentos utilizados en la fabricación del queso y el dulce, típicos de la región.

Le pregunté a nuestro anfitrión si conocía a Helios, el papá de un amigo al que supe visitar en varias oportunidades hace una veintena de años en escapadas ciclo-turísticas desde Montevideo.


-Tuvo un pequeño quebranto de salud. Para estar mejor cuidado se mudó al hogar de ancianos. Pero ya está bien. En cualquier momento se vuelve a su casa...

La sorpresa fue cuando corta la conversación para exclamar:


Helios y su bicicleta
¡Mirá ahi va! , es ese que anda en la bicicleta, con sus 88 años está impecable.

Cruzamos a saludarlo y rápidamente se acordó de nosotros. Orgulloso nos mostró el hogar fundado por la Iglesia Valdense, del que muchos años fue directivo honorario y que lo hospedaba amorosamente. Todo estaba impecable, cada uno de sus huéspedes hacía lo que sabía, lo que quería y lo que podía. Nos contó que de día se pasaba en su casa, arreglando el jardín y juntándose con sus amigos de las 3 o 4 comisiones de las que -como todo valdense- sigue formando parte.  Le pregunté que eran esas fotocopias que llevaba en la mano y me contó que era el guión de "Don Quijote", obra del ballet del Sodre a la que iba a ir con otros 40 veteranos de la comisión de tercera edad. Son para ir leyendo y preparandonos para la obra.

De despedida le pedí sacar unas fotos con su bicicleta.

Einstein en equilibrio
Me quedó pedaleando en la cabeza la frase de Einsten que descubrí hace unas semanas y que estaba esperando encontrar a Helios en esta crónica.

La vida es como andar en bicicleta, para mantener el equilibrio hay que mantenerse en movimiento