Con los primeros calores, entremezclados con rezagados fríos y tormentas, empiezan a aparecer los brotes de los árboles, las hojitas diminutas se desperezan y el animal humano se alborota.
Los niños de sexto año de escuela sienten un cosquilleo extraño. Los nervios de fin de año, el cambio al liceo y el descubrimiento de una nueva picazón en las panzas agita las clases.
La maestra René era la más famosa de la escuela: busto prominente, cintura negativa, voz de trueno y cara de perro bulldog, es como un tanque de guerra, la ogra de la escuela. Todos temen llegar a sexto y que te toque con René.
A Alberto le tocó.
Todo se empezó a mezclar en su cabezota: la entrega de la bandera uruguaya a los de quinto, la exaltación-amenaza de la patria-o-la-tumba en el año de "la orientalidad", los deberes de buen alumno, las mieles del amor. El ser abanderado implicaba una exposición permanente, René lo ponía como ejemplo a cada rato. Esto lo incomodaba y enfrentaba a sus compañeros, hasta que empezó a rebelarse.
Todos los días trataba de llamar la atención de aquella morochita encantadora. Hacía chistes en voz alta, retrucaba a la ogra, siempre mirando por la rabadilla del ojo a la hermosa vecina del barrio, que se sentaba unos bancos más atrás según correspondía al estricto orden alfabético de los apellidos.
Luego de "hacerse ver" por unas semanas, la maestra René lo amenazó: Si seguís así, te vamos a sacar la bandera.
El amor es más fuerte y Vero se reía con cada nueva ocurrencia de Alberto. Hasta que un día se anima, junta impulso y le pregunta a Verónica:
- ¿Té querés arreglar conmigo?
- Mañana te contesto. Respondió tímida, respetando la formula socialmente establecida para una niña bien educada.
La respuesta vino al otro día, por escrito. En la parte de atrás de un cuaderno ella le mostró una inscripción: Beto x Vero, encuadrada en un corazoncito.
El paseo de fin de año fue en bañadera a Colonia del Sacramento. Visitaron el museo con el impresionante esqueleto de una ballena, subieron al faro y armaron el pic-nic en el precioso pastito que crecía en medio de la Plaza de Toros.
A la vuelta, Alberto y Verónica se sentaron en la última fila de la bañadera, escondidos. Como sonseando, arrimaron sus manos y se acariciaron descubriendo la línea de la vida en las palmas, la tersura y tibieza de la piel.
Alberto vivió la fiesta de fin de año desde el coro, cantando fuerte con la voz B. La bandera uruguaya había cambiado de manos, igual que las suyas, que se rozaban alegres con las de su primer amor.
Finalizada la escuela, no se vieron más. Vivían lejos, como a 10 cuadras. En una cálida tardecita de enero Verónica lo llama por teléfono.
- Ahora que terminó la escuela y no nos vemos más, no me parece que sigamos siendo novios. Plantea muy madura Verónica.
- Si, me parece bien... Dejamos.
- Chau, que pases bien.
- Chau
Cortaron. Alberto salió corriendo a la calle y siguió jugando flor de partido de paleta con los amigos del barrio.
--------------------------
Si quiere acompañar este cuento con el tema Por Ejemplo de Fernando Cabrera acompañado por la voz celestial de Carmen Pi, oprima aquí : http://www.youtube.com/watch?v=6FUHnJrN-fs
No hay comentarios:
Publicar un comentario