Apuntes del mundial de Maxibasquet Natal 2011.
El buggy del 88
Al segundo día de llegados a Natal, la capital nacional del buggy, el ronquido de los motores se empieza a hacer presente por todos lados. Hay en total unos 700 buggys trillando la ciudad, con turistas para arriba y para abajo.
Buggys del ´80, buggys 2010, lo que quieras, con patonas, toldos, asientos levantados, todos hechos unos chiches. Parece que son bastante caros, dicen que custan más de 20.000 dólares.
Como es nuestro día libre, contratamos varios buggys para hacer el paseo por las Dunas de Genipabu. Y cada buggy bien con un personaje: el buggero.
El buggy toma por la Vía Costeira que recorre por la playa las dunas del parque protegido por un lado y las dunas desprotegidas y pobladas por hoteles 5 estrellas del otro.
El buggy venía fallando y en determinado momento parecía que coleaba, para un lado y para el otro, sobre todo cuando pasaba de 80 km. Por hora. En eso nos metemos en la parte vieja de la ciudad a una oficina (taller) y el chofer sacó de la rueda trasera izquieda un alambresito. Ese pequeño alambre evitaba que se salga una gran tuerca central que estaba floja. Lo apretó con una palanca, se mató de la risa con los parroquianos del taller y seguimos viaje. ¡Brasil es muito forte… por momentos imperial con su Ponte Novo colgante de terribles cables de acero sobre el río Potengi y por momentos tan precario, colgando atado de un alambre!
Como compañero de excursión me tocó compartir el viaje con el Tubarao, el ingeniero y el mago. Y este es mago de verdad, posta posta, ¡chan chan chan, cahara rara ra chan chan chan!
Va a congresos y está en el ambiente mago. Es amigo de todos los magos y de la magia. Siempre buscando la ilusión, el traspaso de los límites, siempre entre los sueños y la realidad, entre lo posible y lo imposible.
Pasamos por mil rutas rotas, lombadas, trilladores queriéndote alugar un buggy y ainda máis. Al fin llegamos a las dunas, simplemente nos salimos de la ruta, dejándonos caer en los trillos de arena.
El mago empieza a sentir la adrenalina de la aventura y se le desorbitan los ojos. Las aceleradas y aradas por las dunas lo incitan y empieza a provocar al chofer. Le grita al oído para que escuche bien:
- Ese motor está fraco- y al rato pone los gritos en reversa y afloja
- ¡pará, pará que tengo un extend, me vas a matar!.-
Lo peor es que era cierto, había tenido algún tema circulatorio. Y seguía gritando como loco.
En el medio del viaje el mago sacó de la galera un nombre para el buggero, lo bautizó Joao.
- ¡Ese motor no anda nada!
- Joao, sos buen chofer, lástima que el motor no da nada.
- No manejás nada ehh! Ta quebrado el motor, ta ruin!
Y Joao se reía y pisaba el acelerador a fondo, derrapando por las cimas de las dunas y las bajadas y los charcos. En una de esas nos llenamos la cara de arena que salpicaron las ruedas traseras.
Cuando salimos a la ruta, tranquilos a 60 por el bituminoso, el mago, cagándose de la risa, respirando más hondo y con el extend distendido le espeta a Joao:
- ¡por esta si que manejas bien ehh, Joao, acá te veo bien!